Llegamos a Lima después de un intenso viaje en bus, cómodo, pero más lento de lo que se nos había dicho, puesto que sí hizo paradas durante el trayecto y además no salió a la hora fijada, pero aprenderíamos que esto es una constante en Perú, los buses no salen a la hora. Dormí poco porque tuvimos la brillante idea de pedir los asientos de adelante en un bus panorámico, y de la manera que conducen es para no dormir, al menos, estábamos más separados del resto de los pasajeros.
A diferencia de los otros viajes dónde llegábamos a un terminal de buses común para todos las empresas, llegamos a un terminal sólo de Cifa (la empresa en cuestión) y nunca vimos algo parecido al centro durante el trayecto. Recogimos nuestros bolsos y salimos del terminal invadidos por taxistas que ofrecían llevarnos o ofrecían hoteles y hostales, pero al ir preparados para ser más desconfiados decidimos caminar por los alrededores y preguntar a alguien que nos pareciera de confianza. Encontramos una persona que aseaba la ciudad y nos informó que habían otros terminales cerca, así que aprovechamos de preguntar por el costo del pasaje a nuestro próximo destino, y tratamos de andar por el camino de entrada del bus a la ciudad, por dónde habíamos visto hostales y hoteles. Más allá nos encontramos con un policía al que preguntamos si el centro estaba muy lejos, y nos dijo que era mucho para caminar. Después de 16 horas lo único que queríamos era bañarnos así que decidimos preguntar por ahí cerca. Encontramos una hostal con un precio igual al que habíamos pagado y bien cuidada, así que nos quedamos allí. Nos bañamos y salimos para tomar desayuno, en dirección al centro, porque habíamos preguntado cómo llegar.
La micro que tomamos nos dejaba en el Congreso, y de ahí debíamos caminar para llegar al centro, pero no era mucho. Nos encontramos justo con el cambio de mando en el palacio de gobierno, pero nos aburrimos de esperar así que seguimos conociendo. Esta era otra ciudad peruana dónde se veía claramente el paso de los españoles. Grandes edificaciones antiguas como la catedral, correos y casas anexas llamaron nuestra atención. Caminando encontramos más iglesias y más construcciones, y llegamos a orillas del río …… que atraviesa la ciudad, en una de sus orillas construyeron un paseo con piletas y monumentos. Cercano también encontramos ferias y diversos locales comerciales.
Antes de volver a descansar al hostal decidimos preguntar por la oficina de asistencia al turista, y como siempre fueron de gran utilidad con su información certera. Al preguntar por las playas cercanas, nos recomendaron Larcomar o Barrancas, pero nos dijeron que por nuestra seguridad nos mantuviéramos lejos del Callao.
El día Domingo decidimos ir a Larcomar, en taxi porque no supieron indicarnos como llegar en micro, pero nos costó sólo s./8 y no estaba tan lejos de nuestro hostal. Al llegar notamos que estábamos en un lugar más exclusivo, dónde se veían personas y lugares que correspondían a un barrio alto, por decirlo así. Resultó que Larcomar es un paseo peatonal y un mall, con tiendas de marcas más exclusivas y valores más altos. Este mall tiene vista hacia la playa, pero no está cerca de ella, puesto que está sobre un cerro. Si miras hacia abajo ves la carretera y la playa. Decidimos conocer el mall y luego empezamos a buscar cómo bajar a la playa. Un guardia nos indicó el camino, seguíamos en paseo peatonal y lo encontraríamos, y además conocimos el Parque del Amor, dónde hay una escultura de una pareja besándose y, obvio, varias parejas de enamorados paseando por ahí. Más allá vimos un faro, así que decidimos conocerlo antes de bajar.
El camino hacia la playa está conformado por una serie de escalinatas que al bajar no representan ningún problema, pero al subirlas es otra cosa, claro puedes tomar un taxi para llegar hasta allá pero la idea es conocer. En la playa encontramos un muelle, que termina en un restaurante y dónde hay unas tiendas de recuerdos y cosas artesanales y seguimos hacia la playa.
No me gustó la playa, en la orilla había grandes piedras y la arena se encontraba más allá, fue difícil caminar por la orilla, pero me gustó la temperatura del agua, nos mojó una ola y sentimos el agua tibia. A pesar de ir preparados para bañarnos, no lo hicimos por las piedras, y porque además el día estaba nublado, no hacía frío en un principio, pero cuando estábamos abandonando la playa empezó a entrar una niebla que hizo que el día se helara.
Almorzamos en el centro comercial y nos fuimos al hostal. Luego salimos a recorrer el centro nuevamente por los lados que no habíamos visto todavía. Nos encontramos con una boda en la catedral, y lo que parece ser una tradición aquí, los novios dando una vuelta por la plaza. Vimos varios museos y edificios con claros indicios de la época colonial. Al día siguiente queríamos partir a Trujillo así que volvimos temprano para aprovechar lo que nos quedara.
El día Lunes viajaríamos a las 10 de la noche a Trujillo, así que almorzamos y empezamos a preparar las cosas. Nos cambiamos de hostal, porque el dueño no quiso bajar el precio por estar hasta la noche, y al frente había una que cobraba por horas, y además tenía internet, así que genial. La calidad no era la misma, pero total serían sólo unas horas. Nos recostamos un rato a ver videos por internet y mi esposo sintió un fuerte dolor en la espalda, pensando que se trataba de un aire se empezó a mover para disipar el dolor, pero continuaba e incluso se hacía más intenso. Hasta que pidió ir a un hospital. Para mi esposo, como la mayoría de los hombres que conozco, el dolor tiene que ser MUY intenso para que pida algo así. Le preguntamos a la recepcionista del hostal y nos indicó que hospital cerca no encontraríamos, pero sí una clínica. Nos dirigimos hacia allá (la habíamos visto en nuestras caminatas) y lo atendieron inmediatamente, después de señalarnos que tendríamos que pagar el precio de consulta particular. El doctor que lo atendió inmediatamente le señaló que parecía ser un cálculo renal que estaba descendiendo y que le harían algunos exámenes para confirmar. Le dio unos calmantes mientras esperaba y tuve que ir de vuelo a avisar al hostal que no nos iríamos y a cambiar los pasajes de bus para el siguiente día, esperando que efectivamente pudiéramos irnos. Menos mal que en ninguno de los dos lados me cobraron un cargo extra, porque la clínica salió bien costosa, y agradeciendo que el urólogo que le confirmó el diagnóstico a mi esposo se apiadó y no le envió a hacer otro examen más caro y le dio una orden para que se lo hiciera fuera de la clínica, donde nos costaría hasta dos tercios menos. Con una receta para el dolor salimos de la clínica a descansar y a esperar la evolución. No durmió bien, ninguno de los dos lo hicimos, pero mi esposo decidió que siguiéramos con nuestra ruta. Así es que a las 10 de la noche, partimos a Trujillo.
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