sábado, 9 de abril de 2011

Tumbes.

Llegamos a Tumbes temprano y en el camino nos dimos cuenta cual sería una de las principales fuentes de ingreso de esta ciudad, el arroz. Largas extensiones de campo sembrados con este alimento a lo largo de nuestro viaje, y además varias playas que hacen de esta ciudad un lugar turístico por excelencia, playas famosas en el circuito turístico. Buscamos un lugar dónde dejar nuestras cosas, ducharnos e ir a desayunar, como se estaba haciendo un ritual ya. El hostal que encontramos no nos gustó, pero aprovechamos que estaba cerca del terminal y que era barato, y después buscaríamos algo mejor.
Nuestra primera impresión de Tumbes fue desorden. A diferencia de las otras ciudades que visitamos, no se notaba la presencia de los españoles en la mayoría de las construcciones del centro histórico, hay muchos vendedores ambulantes por todos lados, el caos en el tráfico parece ser peor en dónde más que taxis se ven motos que tiran un carro atrás y cumplen la función de transporte. Después notamos el calor que hace allí. Es imposible estar dentro de una habitación sin un ventilador encendido (o aire acondicionado, mejor) y en la calle se une la humedad con el calor. Buscamos la oficina de información turística, y el pobre que atendía ahí estaba con terno y transpiraba de una manera increíble. En el rato que estuvimos en el centro nos quemamos como si hubiéramos estado toda la tarde al sol.  Ya a esa hora, almorzamos y fuimos a buscar un hostal más cómodo y lo encontramos, así que fuimos a buscar las cosas y nos instalamos esperando que pasara el calor para salir a conocer un poco más.
No se pasó el calor, pero ya había menos sol cuando salimos a comprar algo para comer y a dar otra vuelta. Acercándonos a la plaza, que a su vez está cerca del río Tumbes empezamos a sentir el ataque de los zancudos, tratamos de quedarnos sentados un rato, pero era imposible, así que nos devolvimos al hostal.
De acuerdo a lo que nos informó el joven de la información al turista, las playas más famosas están al sur de Tumbes, y cómo no queríamos devolvernos, decidimos conocer Puerto Pizarro, que está al norte y dónde se pueden visitar los Manglares y un par de islas cercanas. Además yo había decidido que no me iría de Perú sin bañarme en su mar, así que estaba todo a la mano.
El día Domingo salimos temprano con dirección a Puerto Pizarro, que está a unos 20 minutos de Tumbes y llegando nos ofrecieron el tour a los distintos lugares. Tomamos uno con un niño que manejaba un bote y por s./20 por cada uno. Hay que agregarle los s./3,5 que cuesta la entrada al criadero de cocodrilos y que hay que pagarlos antes de salir del puerto. El viaje en sí dura como 1 hora y media. Se conoce la isla de los cocodrilos (dónde nos volvieron a atacar los zancudos), la isla de los pájaros, los manglares, que son extensiones de tierra cubierta por los mangles, árboles de grandes raíces y que cuando el agua está de subida, sólo queda su follaje sobre el río, hay varias especies que se pueden ver de pájaros, cangrejos y peces que saltan en el río. Al crecer el mangle, su raíz empuja las conchas negras, un marisco que se ve en cantidad aquí, y se ve mucha gente en la tierra buscando este marisco.
Aquí se une el mar con el río, y hay dos islas famosas para el turismo. Una la isla del amor, que está abandonada porque la subida del río la está cubriendo casi por completo, y la isla de la ballena, dónde se dice apareció el cuerpo de una ballena años atrás, y dónde se puede ver todavía un hueso de ella. Allí se puede comer y bañarse, un lado de la isla da al río y el otro da hacia el mar. Decidimos quedarnos ahí por unas horas y aprovechar para bañarnos. El agua estaba caliente y el mar parecía poco peligroso, pero no nos quisimos aventurar tan adentro. Nos fijamos que en ninguna de las playas que visitamos vimos una señal de hasta donde se podía nadar, o si la playa era apta o no para nadar. Lo malo de este sector de la isla no tiene nada que te pueda cubrir del sol y está bastante descuidada para ser lugar turístico. Volvimos a la otra orilla, en dónde estaba el sector para comer, y pedimos un arroz con mariscos y otro con conchas negras. Lo más raro es que no tenían pescado frito, de ningún tipo,  y eso que era una zona de pesca. Lo más curioso, es que al llegar la niña nos ofreció el menú y nos dijo que todo era preparado al momento de ser pedido, lo que resultó ser verdad por el tiempo que se demoró en traer los platos, pero estaban deliciosos. Cada uno costó s./25, más de lo que pagamos por cualquier plato en Perú, pero el sabor valió la pena y la espera. Eso sí, en el puerto encuentras más lugares dónde comer y más baratos. En esta playa se puede acampar también, pero hay que traer agua y algo que te de luz en las noches.


Dejamos Tumbes temprano en la mañana siguiente, con el mal recuerdo de las picaduras de zancudos que nos perseguiría hasta Ecuador, pero con lindos lugares que conocimos del Perú. 

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